Hace unos días descubrimos que Lía había desaparecido. Rastreamos todo el barrio en su búsqueda y dimos con ella a las afueras, en unos bloques de apartamentos. Lía había comprado un bloque entero para ella sola. Había elegido un ático soleado de veinte centímetros cuadrados como su nueva residencia. Accedía a él por una ranura de no más de cuatro centímetros y en su interior tenía toda clase de lujos. El día que fuimos en su búsqueda, sus hermanos nos acompañaron. A pesar de la insistencia de los pequeños, Lía no les dejó entrar en su guarida. Tras horas de intentos fallidos para convencerla de que volviese, decidimos que lo mejor sería trasladar el bloque entero, con Lía en su interior, hasta el hogar de sus hermanos para así volver a estar todos juntos.
